viernes, 27 de enero de 2012

El Acompañante

Artículo firmado por Gema Theus, psicóloga y escritora

- Acompañante. Que acompaña.
- Acompañar. Estar o ir en compañía de otro u otros.

Estos días estamos viendo en los medios de comunicación que personajes conocidos y populares informan de que tienen cáncer. Lo hacen con naturalidad e intentan quitar importancia a la enfermedad y a la situación. Hacen muy bien teniendo esa actitud: el cáncer se cura. Les deseo lo mejor a ellos y a todos los que lo padecen.

Estas personas al igual que muchas otras menos conocidas cuentan con familiares y/o amigos que les darán apoyo, cariño y compañía durante su proceso; son sus acompañantes. Lo escribo en plural aunque suele haber un acompañante especial, el principal.

Me gustaría dedicarles unas palabras a ellos, a los que no están enfermos de cáncer, pero sufren como los auténticos pacientes. Sufren por que les acompañan y porque les quieren.
No saben cómo curarles ni quitarles los miedos, pero saben estar al lado y encajar el golpe, como propio, sin ni siquiera intentar esquivarlo. Ellos eligen ese papel tan difícil y a veces, en el proceso y por el esfuerzo, llegan a enfermar. ¿De pena? No lo sé, quizás eso sea muy poético y solo enferman por el esfuerzo adicional, por cansancio, por dormir poco o por cuidarse menos.

La figura del acompañante de una persona a la que le han diagnosticado cáncer es clave y lo será durante un largo periodo de tiempo.  Le acompañará al médico y escuchará atentamente lo que este dice por si el paciente está bloqueado y no es capaz de procesarlo. Le acompañará al hospital, hasta el quirófano y esperará pacientemente a que suba para continuar acompañándole hasta su vuelta a casa.
Después, ya en casa, lo seguirá haciendo, en el día a día y, en los días especiales: los de radio y los de quimio. Allí estará dando apoyo y, ánimo aunque tenga un nudo en la garganta y otro en el estómago.

Dormirá poco y pensará mucho mientras sus días se llenan de nuevas conversaciones y personas hasta ahora ajenas. Tratamientos, medicinas, nombres de médicos, porcentajes… nuevos temas de conversación invadirán su tiempo y se convertirán en cotidianos. A veces, se preguntará a sí mismo cuando acabará todo y cuándo volverá a ser su día a día como antes.

Mientras, escuchará con ternura y paciencia a la persona que quiere; sus miedos, sus quejas, su “¿por qué a mí?”, su “no es justo”…. Le sostendrá su cabeza en su hombro y le tenderá la mano cuando la necesite

Y lo hará entero, sin llorar, sin quejarse y sin mostrar sus verdaderos sentimientos para no hacer más vulnerable todavía a la persona que le necesita fuerte en ese momento.

Cada día, cuando pueda y tenga tiempo y capacidad para estar sólo, saldrá un rato de la casa o del hospital con cualquier excusa y llorará amargamente. También se preguntará a sí mismo y al cielo, “¿por qué?, ¿qué he hecho yo?”, y repetirá cien veces que no es justo y que no puede ser.
Se enfadará con Dios y le pedirá ayuda al mismo tiempo, intentando agarrar con su mano el aire para que no se escape.

Después se secará la cara y volverá a acompañar a su mujer, marido, padre, madre, hijo… y hará lo que siente que debe y tiene que hacer: acompañar sonriendo y sosteniendo a quien quiere en un difícil momento de su vida.

Desde estas líneas me gustaría aplaudir a todos ellos. Su función es fundamental, acompañar, pero además con ese rol generan confianza y ganas de luchar, de curarse y de vivir que seguro que daño no le puede hacer en ningún caso al paciente.

Te lo dedico a ti, que estás pasando por ello, estés donde estés.

Ya verás como mañana sale el sol para vosotros.


1 comentario:

  1. Este artículo me lo ha enviado alguien que al leerlo, ha entendido a la perfección, por todo lo que pasamos las personas que acompañamos a alguien tan importante para nosotros en esta nefasta enfermedad. Puedo decir, que gracias a la fuerza, el cariño y la lucha tan inmensa que hemos emprendido juntos, a día de hoy, podemos decir que estamos aquí, que hemos vencido la gran batalla por ahora, ya que siempre te queda el miedo a que volvamos a retomar esa gran pesadilla.

    Aunque este "pequeño" paréntesis en nuestra vida, que frenta todo plan que puedas tener, ha logrado enseñarnos que nunca hay que perder el ánimo. Siempre tenemos que intentar mantener un poco de cordura y sobre todo buscar una sonrisa en los pequeños huecos que nos quedan dentro de la gran tristeza que nos embarga.

    Mucho ánimo a todos aquellos que están pasando por este mal momento. Lo más importante es no rendirse y demostrar a esta enfermedad que tenemos el coraje necesario para vencerla.

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